Una de las peores cosas que puede tener alguien, sobre todo si es político, es la caspa. Y si al comunicar son casposos, la cosa se complica y mucho.

En una semana tan terrorífica por la corrupción, tan revolcona para las conciencias con las estadísticas sobre desigualdad y pobreza, tan espectacular con las encuestas del CIS sobre cambios en la política del país… la comunicación parece del Siglo XIX.

En un momento en el que las redes hablan con inmediatez, los políticos tardan días en elaborar un mensaje político coherente… lo que llaman un argumentario… el conjunto de ideas que deben repetir machaconamente sin saltarse una línea.

En un momento en el que se habla de desafección a la política, los que mandan abusan de un lenguaje que los ciudadanos no entienden, con formas y maneras que la calle no comprende, con actitudes que el ciudadano que paga, detesta.

Por ejemplo, ahora que es tan fácil montar un directo en cualquier lugar, explicar las cosas con soltura y con medios… ¿por qué en el hemiciclo, la casa de todos, tienen que presentarse las preguntas sobre actualidad cuándo ya no interesan, porque los que tienen que legislar siempre parecen ir tan a rebufo de la realidad, porque no llegan las formas frescas y rápidas de hacer información a la clase política? No digo yo que tengan que cumplir con un share como los programas de televisión que quieren seguir siendo viables, pero deberían preocuparse por alcanzar cuotas de popularidad, que ahora no logran, para seguir siendo visibles.

¿Por qué no se pueden modificar las preguntas de los grupos parlamentarios, por qué no se puede adaptar la política a los ciudadanos, por qué hay que esperar a que esté hecho el argumentario?

En la era de la comunicación y del conocimiento, donde todos son emisores y receptores, no se entiende la falta de respuestas, las ruedas de prensa sin preguntas, las intervenciones vía plasma, las contestaciones de plasta profundo…

En la administración pública ha habido una revolución comunicativa, que va desde la inclusión de Internet hasta un cambio de lenguaje para hacerlo más cercano al ciudadano.

Tomemos nota, adaptemos la comunicación a las nuevas tecnologías… McLuhan, ¿recuerdan?, el medio es el mensaje… aprovechemos los nuevos medios para mejorar los mensajes… O recurramos a Staudenmaier, historiador de la tecnología, que recuerda que la sociedad debe adaptarse a los cambios tecnológicos que ella misma pone en pie.