Definitivamente si, la comunicación puede ser hortera y hasta muy hortera. Y puede serlo en todas sus variantes, formas y colores.

Así que en la comunicación verbal ahora es hortera hablar de lo que uno tiene sin parar, utilizar modismos de inglés que no se controlan ni en acento ni en contenido, utilizar las jotas como suspiros y alargar las conversaciones de teléfono lo que dura tu trayecto en coche. Hay gente que tiene muchísimas cosas que contarte hasta que llega a su casa, aparca, y puede colgar tranquilamente.

En la para verbal, la que hace alusión al tono y al ritmo, sigue siendo hortera no adecuarse al oído del vecino, y dar la charla a aquellos que tuvieron la mala suerte de estar cerca. Hay gente que habla muy deprisa, y otras que no dejan meter cuña.

La comunicación no verbal es la que acusa más el paso del tiempo. Ya no se llevan ni los grandes gestos ni los grandes fastos. La gente se viste de forma más contenida, la voluptuosidad ha dado paso a la comodidad, y las marcas fetiche han dado paso a la marca personal. No entre los jóvenes pero si entre los mayores se observa una vuelta a las compras con mayor racionalidad. Por necesidad y convencimiento.

La comunicación experimenta una evolución continua, y lo que hace unos años podía parecernos “el escaparate” del momento, ahora se convierte en una cruz.

Hoy nadie se pondría una de esas cruces de oro propias de la España del ladrillo, haciendo pareja con la cabeza de un Cristo y coronando un pecho peluche. Ahora la crisis pide una mayor austeridad, los hombres se depilan y aquellas cadenas gruesas duermen en el cajón. Ya saben en época de crisis, las mujeres llevan los labios rojos, porque colorearlos siempre es más barato que llevar el carmesí Balmain de un bolso o unos zapatos de a pico.

El falso ladrillo de oro se llevó los oropeles, los guchis y las gachís, todo aquello está en cuarentena… pero mientras lo escribo pienso… que época aquella en la que nos veíamos bien con el pelo cardado y pensábamos que los bancos nos iban a querer siempre…

Cuantos votantes desencantados que ahora voten a Podemos, tendrán que dejar de retocarse las cejas, y sacar las camisas de cuadros… Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos. Ni nos comunicamos igual, querido Neruda.